10/29/2007

La ansiedad se aferra a extraños objetos. Reflexiones Políticas (I).

Difícil no estar asustado hoy. Reformas al texto constitucional, nuevos impuestos, un dólar cerca de los 7.000 Bs., tiempos emocionantes estos. Injusta providencia que me obliga a reflexionar en torno a temas vulgares.

Mis amigos y algunos maestros han dicho varias veces que régimen Chavista es fascista, socialista, nacionalista, nacionalsocialista, diabólico, decadente, y una linda niña me llegó a susurrar que también era posmoderno. Hoy abrí algunos textos, investigué un poco y deseo recordarme unas conclusiones que se me hacen interesantes.

El texto a leer es el compendio de reflexiones de Umberto Eco titulado “A Paso de Cangrejo”, específicamente la sección titulada “Sobre el Populismo Mediático”. En primer lugar, una de las mejores definiciones de populismo que he revisado en mi corta vida:

“... apelar al pueblo significa construir una ficción: teniendo en cuenta de que el pueblo como tal no existe, el populista es aquel que se crea una imagen virtual de la voluntad popular. Mussolini lo hacía reuniendo a cien o doscientas mil personas en la Piazza Venezia que lo aclamaban y que, en su condición de actores, desempeñaban el papel de pueblo. Otros pueden crear la imagen del consenso popular jugando con los sondeos, o simplemente evocando el fantasma de un “pueblo”. De este modo, el populista identifica sus proyectos con la voluntad del pueblo y luego, si tiene éxito (y muchas veces tiene éxito), transforma en ese pueblo que ha inventado a una buena parte de los ciudadanos, fascinados por una imagen virtual con la que acaban identificándose”.

Es importante aclarar que este texto de Eco hace referencia a un personaje bastante distinto al teniente coronel (el magnate Silvio Berlusconi), pero la definición es bastante útil para aproximarse al caso venezolano. Quiero dejar anotado que un futuro proyecto pudiese apuntar a la estructura de la ficción de pueblo que ha generado el discurso chavista, pero en estos instante hay otras ideas que deseo vaciar.

Si entendemos el discurso chavista como uno que lleva a la construcción de una ficción de país, resulta curioso como es que las fuerzas opositoras del país no se han dado a la tarea de generar su propia visión del pueblo sino que, intuyo, han comprado el discurso chavista al pie de la letra, actuando ellos su propio papel: el de opositores a Chavez desde la visión chavista de una oposición.

Y es que un régimen como este requiere de opositores. Cuando cada proceso electoral se establece como una batalla, dos bandos enfrentados en una batalla ante las urnas, las reacciones se tornan viscerales y allí, creo, se encuentra la verdadera ventaja del chavismo y el punto ciego de las democracias occidentales: la posibilidad de manipular los afectos.

El chavismo manipula afectos desde una ficción. Al igual que los malos lectores de una novela, los malos electores no disfrutan de la estructura (bastante floja), del estilo (bastante mediocre), de la coherencia interna del universo creado, sino que buscan identificarse con los personajes y sueñan con actuar sus papeles. Y allí caen todos, opositores y oficialistas, todos actuando la pequeña obra del chavismo.

Propongo la construcción de otra ficción. Para ello, sería interesante que los opositores lograsen ver que sus acciones políticas están dentro de un guión que, de permitirse continuar, significaría la mayor de las catástrofes que haya sufrido este país y, tanto peor, este joven de 23 años que no sabe ya donde esconder tanta ansiedad.

10/08/2007

Fragmentos de algo que escribí hace tiempo en plena ansiedad

Probablemente, mi paciente lector, debería explicar con algo más de detalle como es que funciona esto del acceso. Pero es con la mayor de las humildades con la cual me aproximo a esta compleja tarea que ha eludido las mentes de los fanáticos del manual de diagnostico; a los seguidores del culto a Melanie Klein, y también a los brujos Jungianos que me visitaron hace apenas tres horas. El acceso…!ay, la tarea que tomo por usted mi estimado lector!…., el acceso es… es como cuando uno agarra una hoja de papel (carta, A4) y la llena de los abstractos garabatos a los que usted probablemente este acostumbrado, esas interminables e inacabadas obras de líneas rectas y curvas que se superponen cuando ya no hay ni cigarrillos que aspirar ni uñas que morder y, en un violento movimiento, dobla un extremo de la hoja sobre el otro, mirando con detalle el borde. Usualmente, cuando tenemos suerte, no pasa nada; pero cuando caemos en la garra del acceso podemos ver (usted también lo habrá visto, rezo por que así sea) como las líneas de un lado están perfectamente conectadas con las del otro lado, borrando los limites del inicio y del fin, y lanzando la obra al infinito. El acceso es pues una mala broma del azar que hace que un detalle, un accidente, se repita ad nauseum, y desaparezcan los limites del papel (ese borde que separa lo blanco de la hoja y que invita a la madera del escritorio a la vista) conformando, en garabatos sin sentidos, un universo de tortura, en donde seguimos con detalles las líneas y círculos, buscando un nuevo centro, un punto de origen; el acceso es negarse a separar los bordes, pues ahora los bordes son parte de algo mas grande de lo que era, algo que no podrá volver a ser. El acceso es pues el azar perceptivo casado con el azar inexplicable, más simple aún, el acceso es el accidente que lleva a la locura; una llave que abre la puerta a un universo desbordado que siempre estuvo cerrado. El acceso es la pasión, lo psicótico y lo obsesivo (incompatibles en la locura del no acceso) abiertos ante el espectador, hasta que el espectador se da cuenta que su mano, su brazo, su hombro y su cuello son solo otro garabato conectado, así como las uñas de Laura, así como los bigotes del mesonero, como la tarjeta de crédito, como los números de la cuenta, como los rayos del sol, el cielo carmesí, los jeans roídos, el carro sin gasolina…, bajo el acceso la hoja se expande hasta que todo es parte de ella, y es en el borde donde buscamos separarla, no para regresar a la realidad anterior, sino para escapar de las líneas y círculos y poder entregarnos a la curvatura de la cintura de ella quien unió las hojas para empezar, ¡oh mi Christine!, sálvame de este infierno, antes de que me pierda en las líneas y círculos y olvide como era ese borde, antes de que olvide tu rostro.