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Aumenté el ritmo de mi respiración y empecé a sudar esporas color salmón. El mar se tornó gris y salí a flote. Grité y el cielo se abrió, de allí emergió otra pata que abrió camino al piso oceánico. Estaba atrapado entre la memoria y el saltamontes. Detrás de mí, un océano infinito; adelante, un depredador cazándome, cazando mis sueños. Me sumergí y siguiendo la pata nadé hasta el fondo hasta que hallé un edificio azul. Entré y tomé del agua hasta que lo dejé seco.
Abrí los ojos. Allí seguía, cada vez mas cerca. Tomé conciencia de mi mano y preparé un ataque, pero como si ya supiese de mis intenciones, se lanzo hacia mí con ira y deseo. Cerré mis ojos por instinto. Ahora estoy entre las nubes, en el lomo del saltamontes. Se torno hacia si mismo y su enorme cabeza me atacó. Con mis pequeñas manos logré detenerlo. Salté hacia la abertura del cielo y me hallé, muerto sobre la sabana, con un saltamontes celebrando el banquete que se daba con mi ojo izquierdo.
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