1/04/2006

El saltamontes

Era un saltamontes color verde toxico. Logré controlar la angustia que me generaba el despertarme para hallarlo allí, al lado de mi almohada, a escasos centímetros de mi ojo. Contuve el pánico mediante el forzado recuerdo de un sueño que se desvanecía con cada movimiento de sus finas patas. Recuerdo que había una mujer hermosa, un hombre llorón y un padre arrepentido. Recuerdo que había una parada de gandolas calurosa y desolada, cubierta de arena y cal. Recuerdo un beso entre el padre y la mujer, y de repente yo era el hombre que se ahogaba en llanto, ahogando a la pareja feliz, a las gandolas, borrando la cal pero dejando la arena. Y el mundo se torno agua, y el aire escaseaba, y otra pata del saltamontes se aproximaba, con cautela, hacia mi ojo izquierdo.

Aumenté el ritmo de mi respiración y empecé a sudar esporas color salmón. El mar se tornó gris y salí a flote. Grité y el cielo se abrió, de allí emergió otra pata que abrió camino al piso oceánico. Estaba atrapado entre la memoria y el saltamontes. Detrás de mí, un océano infinito; adelante, un depredador cazándome, cazando mis sueños. Me sumergí y siguiendo la pata nadé hasta el fondo hasta que hallé un edificio azul. Entré y tomé del agua hasta que lo dejé seco.

Abrí los ojos. Allí seguía, cada vez mas cerca. Tomé conciencia de mi mano y preparé un ataque, pero como si ya supiese de mis intenciones, se lanzo hacia mí con ira y deseo. Cerré mis ojos por instinto. Ahora estoy entre las nubes, en el lomo del saltamontes. Se torno hacia si mismo y su enorme cabeza me atacó. Con mis pequeñas manos logré detenerlo. Salté hacia la abertura del cielo y me hallé, muerto sobre la sabana, con un saltamontes celebrando el banquete que se daba con mi ojo izquierdo.

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