10/17/2006

Un placer

Una cajetilla blanca, adornada con la escena del balcón en donde dos amantes se encuentran y alejan en el mismo eterno instante. Bordeando el dibujo, seis monedas de lado a lado, representando honores secretos a mi ignorancia; otras cuatro, dos de cada lado, flotan sobre sus mayores, guardando menores secretos. El nombre de los amantes se repite en el empaque que esta gritando Romeo y Julieta, Romeo y Julieta, Romeo y Julieta, Romeo y Julieta, callando Romeo y Julieta.

Abrí la caja y levante una fina capa de papel que protegía la dicha, la gloria en diez cigarritos, joyas para los labios, gala para el paladar, néctar del olfato. Tome aquel que estaba arrimado hacia el borde derecho del empaque, con sumo cuidado, como el cabello de una delicada infante. Con conciencia de su fragilidad lo lleve a reposar sobre las puntas de todos los dedos, acariciándolo con la mirada, creo que conmovido ante el ritual que estaba llevando acabo. Apreté cuidadosamente a este amigo, dándole vuelta sobre la mano, llevándolo al pabellón de la oreja, cerca del lóbulo, buscando alguna imperfección, y deleitándome ante el fracaso de mi inquisición.

Luego, el cielo. Coloqué el cigarrito justo encima de la boquilla del encendedor y permití que se hiciese la luz. Un buen fuego consumía, devoraba y partía las primeras capas del tabaco, así como su picadura interna: fue entonces cuando decidí unirme, unirme al fuego a través de la meditación con el cigarrito. Poseí el fuego y el me poseyó a mi, deleitándome yo con su majestuosidad, y el con mi coraje. Como si realmente fuésemos Romeo y Julieta.

2 comentarios:

Viandante dijo...

Buenos cigarrillos, hace mucho, algún viajero tuvo la amabilidad de traerme ese extraño souvenir. Son cubanos, ¿verdad?

Anónimo dijo...

tienes el don wolf... sigue asi... y estudia.. porque tienes el don para cautivar con tu palabra!! te felicito!!

Si publicas un libro soy la primera quien lo compra...