Difícil no estar asustado hoy. Reformas al texto constitucional, nuevos impuestos, un dólar cerca de los 7.000 Bs., tiempos emocionantes estos. Injusta providencia que me obliga a reflexionar en torno a temas vulgares.
Mis amigos y algunos maestros han dicho varias veces que régimen Chavista es fascista, socialista, nacionalista, nacionalsocialista, diabólico, decadente, y una linda niña me llegó a susurrar que también era posmoderno. Hoy abrí algunos textos, investigué un poco y deseo recordarme unas conclusiones que se me hacen interesantes.
El texto a leer es el compendio de reflexiones de Umberto Eco titulado “A Paso de Cangrejo”, específicamente la sección titulada “Sobre el Populismo Mediático”. En primer lugar, una de las mejores definiciones de populismo que he revisado en mi corta vida:
“... apelar al pueblo significa construir una ficción: teniendo en cuenta de que el pueblo como tal no existe, el populista es aquel que se crea una imagen virtual de la voluntad popular. Mussolini lo hacía reuniendo a cien o doscientas mil personas en la Piazza Venezia que lo aclamaban y que, en su condición de actores, desempeñaban el papel de pueblo. Otros pueden crear la imagen del consenso popular jugando con los sondeos, o simplemente evocando el fantasma de un “pueblo”. De este modo, el populista identifica sus proyectos con la voluntad del pueblo y luego, si tiene éxito (y muchas veces tiene éxito), transforma en ese pueblo que ha inventado a una buena parte de los ciudadanos, fascinados por una imagen virtual con la que acaban identificándose”.
Es importante aclarar que este texto de Eco hace referencia a un personaje bastante distinto al teniente coronel (el magnate Silvio Berlusconi), pero la definición es bastante útil para aproximarse al caso venezolano. Quiero dejar anotado que un futuro proyecto pudiese apuntar a la estructura de la ficción de pueblo que ha generado el discurso chavista, pero en estos instante hay otras ideas que deseo vaciar.
Si entendemos el discurso chavista como uno que lleva a la construcción de una ficción de país, resulta curioso como es que las fuerzas opositoras del país no se han dado a la tarea de generar su propia visión del pueblo sino que, intuyo, han comprado el discurso chavista al pie de la letra, actuando ellos su propio papel: el de opositores a Chavez desde la visión chavista de una oposición.
Y es que un régimen como este requiere de opositores. Cuando cada proceso electoral se establece como una batalla, dos bandos enfrentados en una batalla ante las urnas, las reacciones se tornan viscerales y allí, creo, se encuentra la verdadera ventaja del chavismo y el punto ciego de las democracias occidentales: la posibilidad de manipular los afectos.
El chavismo manipula afectos desde una ficción. Al igual que los malos lectores de una novela, los malos electores no disfrutan de la estructura (bastante floja), del estilo (bastante mediocre), de la coherencia interna del universo creado, sino que buscan identificarse con los personajes y sueñan con actuar sus papeles. Y allí caen todos, opositores y oficialistas, todos actuando la pequeña obra del chavismo.
Propongo la construcción de otra ficción. Para ello, sería interesante que los opositores lograsen ver que sus acciones políticas están dentro de un guión que, de permitirse continuar, significaría la mayor de las catástrofes que haya sufrido este país y, tanto peor, este joven de 23 años que no sabe ya donde esconder tanta ansiedad.