5/07/2007

De la decadencia a la esperanza

Desde hace unos años, nos ha dado por denominarnos decadentes. Inmediatamente la palabra elabora en nosotros la imagen de un alcohólico, de un perverso mal vestido o de un estudiante jugando poker para comprar un poco de arroz. Probablemente es el escepticismo lo que más impacta nuestra imaginación, condición que tiende a enorgullecer a mi alterego.

Pero hace un par de meses empezamos a investigar activamente, aunque sin seriedad, este asunto de la decadencia. Los hallazgos han sido aterradores. Por ejemplo, Voltaire nos dice que: “la decadencia nos llegó por una facilidad para producir trabajos y flojera para realizarlos”.


En su tratado titulado “From Dawn to Decadence”, el señor Jacques Barzun introduce la idea de que la decadencia es una condición que llega a las culturas en el momento en que el mañana se torna borroso. Por decadencia, el señor Barzun entiende perdida, la perdida de la Posibilidad: las formas del arte y de la vida parecen haberse agotado, las etapas del desarrollo como si se hubiesen recorrido hasta el final. Las instituciones funcionan dolorosamente. La repetición y la frustración se tornan resultados intolerables. El aburrimiento y la fatiga se tornan grandes fuerzas históricas.


En efecto, somos decadentes. Pero no estamos solos. La decadencia es propia de nuestra cultura. Se pasea sin ningún tipo de pudor en nuestros canales de televisión, en nuestros centros comerciales, en nuestras avenidas. La publicidad del deseo nos motiva a adquirir bienes, sólo para decepcionarnos tan pronto se agotan (muchas veces, se agotan en el instante de su adquisición, y nos damos cuenta de que su adquisición era el único deseo que motivaba). Nos venden grandes historias, relatos épicos, héroes desfilando, pero no todos tenemos las aptitudes para lograr los sueños que nos venden.

El resultado final es que el aburrimiento nos impulsa a adquirir bienes constantemente. Algunos se arriesgan, y abandonan el juego del consumismo de bienes para consumir historias, y se lanzan por grandes aventuras donde no siempre hay princesas en castillos, y muchas veces hay hambre en una ciudad Europea. Y cuando de repente, entre todo el caos, miramos hacia dentro, nos damos cuenta de que sólo el vacío, el sin sentido, esta siempre presente. La introspección nos torna escépticos. No creemos en la ciencia, en el arte, en las instituciones, ni en la vida.

Pero seguimos, a veces a punta de prozac, pero seguimos. No porque sea necesario vivir, no porque el suicidio este mal, sino porque aún existe la esperanza. Nuestro escepticismo es el que nos mantiene vivo, pues así como no creemos en nada, también podemos creer en todo. Vivir bajo la duda, siempre cuestionando, nos obliga a cuestionar la miseria. Y entonces surge, de la mente del escéptico, la esperanza. El descreer de todo implica dejarle la vida al azar, y entonces toca seguir. Nunca sabe uno cuando le podrá venir una buena mano.

7 comentarios:

Victor Marin Viloria dijo...

Excelente reflexión Wolfstrife. Aunque si tuviera que elegir cuál fue mi fragmento favorito, obligadamente tendría que elegir el párrafo final.

¡Sigamos dudando!

un abrazo

Anónimo dijo...

Es triste pero muy cierto y pensar o sentir que te ves envuelto en todo eso. A pesar de tener conciencia es dificil no ser caer...

_WolfStrife_ dijo...

¡Sigamos dudando Dr. Marín¡

Bob Sacamano dijo...

Me hizo recordar una frase que leí hace algún tiempo y que tiene tufo a autoayuda: “renuncio a renunciar“. Quizá de ahí salga la esperanza, como contraste, como negación de la miseria por el simple hecho de que queremos negarlo todo.
Al fin y al cabo, nos dejamos vivir sin pena ni gloria, esperando al menos tener la dicha de leer un buen libro, conseguir una buena mujer y pasar - aunque sea una vez - unas buenas vacaciones en algún lugar lejos de Caracas.
Saludos.

Bob Sacamano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Linus Lowell dijo...

Efectivamente, al final, escépticos sin remedio, lo que nos mantiene vivos es creer que estamos a punto de encontrar algo en qué creer.
Excelente post

_WolfStrife_ dijo...

Bob

Tienes razón, esos deliciosos detalles, una buena mujer caraqueña, un buen libro, la posibilidad de escapar de Caracas. El tufo de autoayuda es irremediable, púes la autoayuda se alimenta justamente de esa desesperación, sólo que desde una vulgaridad desmesurada.

Linus

Gracias por el comentario. Lo dijiste de una forma mucho más elegante que yo: “lo que nos mantiene vivos es creer que estamos a punto de encontrar algo en qué creer”.

Un abrazo