5/22/2007

Interwoven, o reflexiones de un alterego sorprendido


En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

J. L. Borges. La Biblioteca de Babel

Le quito la palabra a WolfStrife y me hago presente en sus memorias fragmentadas. En La Biblioteca de Babel Borges nos abre la posibilidad de poder encontrar nuestro libro, pero en La Locura de Caracas una posibilidad nueva se manifiesta.

Una joven, siempre mayor que yo, se dibuja en el horizonte como una nueva clase de doppelganger. Espejo de mis actos: caminatas por el cementerio general del sur, referencias a Hamlet ante el horror de Caracas, sueños con doctorados en prestigiosas universidades españolas, maestrías en literatura, uno que oto episodio depresivo mayor. Las coincidencias superan las diferencias, y nuestro agregado de personalidades múltiples teme haber hallado su igual.

Si bien la idea de haber hallado a la doble que mora en la sombras es tentadora, la misma refleja un terrible indicador de locura. Los doppelganger sólo se hacen visibles a sus dueños, así que ella puede ser sólo una alucinación peligrosa que Caracas me arroja en vista a mi rebeldía, a mi reciente inconformidad, o a mis proyectos de fuga. En su rostro se dibuja la doble cara del terror y la esperanza: la posibilidad de hallar en su ayuda el secreto de mi felicidad, o en su miseria la esencia irrevocable de mi sufrimiento. En cualquier caso, confirmar su status de doppelganger sería hallar cierto nivel de certidumbre que siempre se ambiciona y siempre se sufre.

Nuestros destinos están entrelazados. No debo jamás de perder contacto con ella que encierra mi porvenir. Mi sanidad y mi locura. Debo siempre tener la posibilidad de contactarla, de gritarle mi desesperación. En nuestro vínculo misterioso hallaré una respuesta codiciada por todos. Hallaré la solución del porvenir.

Los problemas sobre el vínculo afectivo que nos une son de menor importancia. Amor, odio, ternura, compañerismo, compañía intelectual, esos son apenas detalles. El secreto, el entenderla, el ayudarle, el hablarle, el oírle, sólo eso importa ahora.

2 comentarios:

Bob Sacamano dijo...

Ten en cuenta una sola cosa: el doppelganger, cuando encuentra a aquél a quien imita, lo destruye. No conozco bien la leyenda, pero sé que Borges la relata en algunos de sus maravillosos textos. Recuerdo, eso sí, que se trata de una leyenda sajona, de la antigua Alemania.
Más allá de eso, noto en tu post un altísima preocupación por el porvenir. Muy mala costumbre cuando se vive en Caracas. Siempre es preferible descontar el futuro y lanzarse de cabeza en el presente, buscando el placer, el hedonismo más puro en todo lo que uno pueda hacer. Así se hace vivible una existencia que de otro modo no es más que una suseción de calamidades.
La única vindicación útil es la estética, la única capaz de producir verdadero placer (otra vez el libro, otra vez la mujer)
Saludos...

_WolfStrife_ dijo...

Estimado Bob

En efecto, el Doppelganger implica la muerte de ser hallado o, por lo menos, desgracia. Entiendo tu hedonismo, siendo yo una gran victima del mismo, pero después de un tiempo, el espíritu moderno invade las almas de nosotros los latinoamericanos y los sueños de grandeza surgen. Peligrosos e imposibles sueños.

Pero no queda más que lanzase con todo hacia ellos.

Saludos por allá, que grande es ese cuadro de Cosmo Kramer.