Observo a mi alterego, ese que trabaja en publicidad y se emborracha seis días de
Pero tiendo a despreciarlo el resto del año. Sólo unos cuantos días se toma para sufrir. Alterego es cobarde, y huye al sufrimiento. Toma antidepresivos, alcohol en cantidades industriales, se sumerge en la televisión o en varios cuentos, o pierde horas en juegos intelectuales que no llegan a ningún sitio, sino evitar pensar en si mismo, en nosotros, en nuestra miserable condición.
Pero en este país los shots de anestesia se ven interrumpidos por catástrofes inmensas, que hacen que alterego despierte de su mareo habitual y se conecte con la indignación que millones están sintiendo. Y de su sufrimiento pensamientos nobles se entrelazan en su pequeña cabeza. Arma barricadas, genera nuevos modelos de estado, sienta las bases de una repartición social justa, y sueña con el Mayo del 68.
Lamentablemente, este pequeño momento de lucidez no va a durar. La realidad es muy dura, muy cruda. Genera indigestión. Alterego, eres débil, pero te ruego que aproveches este momento, este instante de sufrimiento para que te desconectes del opio de la rutina, para que te arranques la pesadez del día a día y busques hacer algo extraordinario.
Algo debe hacerse. Huye, quédate, mata, sana, ama, odia, pero te lo ruego, haz algo, lo que sea. Sal de ti mismo, de tu flojera de oriental, de tu comodidad, de tu anestesia. Vamos a hacer algo increíble, vamos a hacer algo.
Tal vez así podamos arrancar el miedo, tal vez así podamos aprovechar nuestra ansiedad.