6/21/2006

Eduardo estaba vomitando los restos de la arepa fría que Ricardo había preparado hace tres días. Manuel y Alejandro lo veían de una forma distinta. Jamás se habían dado cuanta de lo conmovedor de aquella escena, y no era la primera vez que veían a Eduardito convulsionando con tanta fuerza. Había algo distinto en esta ocasión, como si el llanto se hubiese mezclado con la bilis que empezaba a salir. El espectáculo no generaba nausea, sino una extraña simpatía. Y los tres amigos rodeaban a la victima del tequila, todos con una rodilla en el piso, como si fuese un ritual medieval, como si estuviesen esperando algo que debía seguir a la culminación de un acto cruel y a su vez bello, único.

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